DAMAS DE ALIVIO

El día de Reyes, con la disculpa de una chocolatada, reunimos a las matriarcas del pueblo. Es bueno que se junten de vez en cuando, no solo en las misas de réquiem.

Valga esta entrada como tributo a la MUJER RURAL, pero las de antes, las que no entienden de crisis porque crecieron entre aprietos sin fecha de caducidad.

Mujeres sencillas, de pueblo, de las que no hicieron ninguna revolución porque bastante tenían con bregar en casa. Damas de alivio que no saben de derechos porque las cruces de las obligaciones eran su calvario particular. Hijas de la posguerra que cuando les hablas de feminismo, creen que se trata de dolor menstrual y orgullo de parideras.


Mozas que dejaron sus casas para instalarse en la de unos suegros -sin análisis previo de compatibilidad-, a veces tan sólo unos pocos metros más allá. Madres que sin acabar de quitar mocos y curar sabañones de tanto lavar pañás, llamaban corriendo a la Tia Ción, la Tia Tomasa o la Tia Tina –la partera de turno-, para otra vez, ayudarlas a alumbrar.

Esposas abnegadas que tiraban la azada en el surco a medio cavar, para salir corriendo ante la llamada a voces de un marido dependiente. Hembras recias que solo ejercían de domésticas las horas que le robaban al campo, con tantas tareas por condensar, que se hacían furtivas de sí mismas, de mimos solícitos, del sueño y siempre, casi siempre, de su propio bienestar.

Pero eso fue ayer, hoy son abuelas, continuidad, compañía, soledad, orgullo, ejemplo, nexo, dignidad.  

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