A mediados de esta semana Alberto tuvo que ir a hacer cosas a Santander y por diferentes circunstancias tuvo que irse el día antes y por lo tanto pasar la noche allí. No suele hacerlo por estas fechas (pasar la noche fuera) ya que es la época en que paren las vacas y aunque sabe la fecha aproximada, los alumbramientos están lejos de ser una ciencia exacta.
Por la tarde, antes de irse, nos comentó: “no sé porque me da que la Rebeca se va a poner de parto, ha movido, se le han bajado las cuerdas, si acaso estad algo pendientes de ella”. Frase mágica y suficiente, en cuanto a necesidades de su hijo, para que mi madre despliegue todo su empeño en tal propósio. No obstante, también le dejó dicho a José Andres, alias Juan Pata, un vecino de esos que siempre están dispuestos a ayudarte, tanto, que incluso lo hacen cuando no es necesario.
No sé porqué extraña coincidencia (tampoco llegan a 15 las vacas parideras) no es la primera vez que me toca parturiar una vaca estando Berto fuera. Al menos ésta no es primeriza, pensé. Según los cálculos de Berto, la Rebeca salía de cuentas a finales de Febrero. ¡Claro, que la naturaleza mundo vaca también es caprichosa o el ojo de Berto no siempre certero!.
Berto se va y me pongo en situación. Lo primero localizar la vaca, “es la tercera de la fila de arriba empezando por la escalera que sube al pajar”. Un experto en estas lides (mi madre) o bien conoce la vaca o bien lo detecta echando un vistazo en la cuadra, no es mi caso que, aunque no es algo desconocido para mi, no paso de los “primeros auxilios” en lo referido a partos.
Al rato de cenar, mi madre se va a la cama, no antes de ir a ver la vaca y darme indicaciones para la vela “la vaca se ve que está de partu, pero tobía no parie, así que levántate a eso de media noche y allá a primera hora de la mañana, según veas”. Acuerdo con ella la primera vigilia a las 4.30 y en función de cómo esté volver a levantarme alrededor de las siete.
Me acuesto tarde, leo un rato y me cuesta coger el sueño. Tengo una pesadilla espantosa, me ataca un lobo y yo con mis propias manos le rompo las quijadas en cuatro trozos, se me quedan las manos negras e hinchadas, despierto sobresaltada y veo que todo se debe a por la noche vi The Walking Dead y me dio muy mal rollo, porque el bruto que dejaron encadenado, para escapar de los zombis se corta la mano…
El tema es que como no duermo bien me levanto a las cuatro. Menuda pereza quitarme el pijama calentito de franela para uniformarme con la ropa de cuadra que había dejado preparada en la habitación. Fuera hace un frío que pela, me asomo al cuarterón y ya veo que aparentemente todo está bien (al menos no hay ninguna criatura al lado de la vaca), entro, me acerco y noto que la vaca está inquieta, de pie (a diferencia del resto que están la mayoría acostadas) y sobretodo veo que caga mucho y ralo. Por otro lado, le observo las dichosas cuerdas y por más que las comparo con las de resto no noto nada. Al mismo tiempo le cuelga un hilillo de la nación pero ya se le veía por la tarde, vamos, que no hay cambios alarmantes, así que cojo el chujarru y me limito a limpiarle las boñigas y mullirla con un poco de paja. Con las mismas me vuelvo a la cama. Subiendo las escaleras, mi madre que tiene el sueño de un colibrí me pide el parte, le explico y hago hincapié en lo de las boñigas ralas y confirma “ay, eso es que está de partu, hala acuéstate hija y tápate bien que hace muchu friu”
Me cambio de ropa y me vuelvo a la cama, el olor a caca de vaca es tal que parece, o que me he metido tal cual venía de la cuadra o que la cama está en medio de la cuadra. Es bastante desagradable pero al mismo tiempo debe tener un alto índice anestésico porque caigo redonda y hasta que no suena el despertador no vuelvo a despertar.
A las siete repito el ritual con el consiguiente informe a mi madre “hala hija, acuéstate y tápate bien que hasta la mañana ya no parie” y pienso yo “está de partu, está de partu pero si hasta la mañana no pare, que hago toda la noche de zambembe. Y añade “no tengas prisa que ya me levanto yo pa las nueve”.
Me despierto a las diez menos cuarto y oigo ruidos por la cuadra. Me visto otra vez de faena porque acordé con Berto que les echaría de almorzar a las vacas y le barría la cuadra. Voy a la cuadra y veo a mi madre de 81 años enfundada en un batón azul cual gendarme de las SS, parece que le han quitado 20 años de encima y es que se encuentra en su salsa y sabedora de que tiene un cometido importante por delante. Está con ella Tasio, el padre de Jose Andrés, otro ochentero, que a falta de su hijo y de Berto, cree imprescindible la figura de un semejante. Entre los dos ya han barrido las boñigas y las han amontonado en la cuadra para que yo las eche después con el carretillu. A esto no se han atrevido porque hay que subirlas por una rampa (más propia de funámbulos) a una especie de aboneru móvil que Alberto ingenió el año pasado.
A estas alturas ¿vosotros ya tenéis claro que la Rebeca está de parto verdad?. Pues ahora es cuando empiezo a creérmelo de veras porque ya le asoma la vejiga el agua y entre contracciones se vislumbran las patas delanteras. Tasio y mi madre están tranquilos porque “el jatu viene bien”, (vamos, que no viene de culo) y al mismo tiempo están nerviosos por el alumbramiento y el nivel de responsabilidad de ambos. Se diría que en su fuero interno se disputan el protagonismo: uno por hombre y la otra por dueña de la casa. Y en medio estoy yo recibiendo instrucciones como una niña pequeña o como si fuera tonta (para ellos y en este tema, obviamente lo soy): “Tina, suelta la Cachorra pa que la Rebeca tenga más sitiu”, Me cuesta un triunfo soltar la vaca, porque aparte de ser un poco fina y no parar quieta, tiene un collar muy ajustado y a prueba de forzudos. “Ahora échala al corral y cierra la portilla pa que no se escape”, “ten cuidado que no se te escape”.
No se ponen de acuerdo si es mejor que las eche ahora de almorzar porque según Tasio si la vaca se pone a comer como que se olvida que tiene que parir, pero si le echo a las otras y a la Rebeca no, esta se va a poner nerviosa de ver a la otras… finalmente decidimos que suba a echarlas de almorzar y entre tanto Tasio se va a terminar de atender las de él (porque su hijo aún no está). Por supuesto, queda en volver en breve.
Mientras estoy en el pajar y para no dejarnos desasistidas, viene Lorenza, la mujer de Tasio, y es que prefiere estar allí viendo que pasa que en su casa que no tiene nada que hacer. Mi madre se va con ella a desayunar a la cocina y yo hago lo propio en La Posada. No tardo ni 10 minutos y cuando vuelvo ya veo a entrar a Tasio a la cuadra y cuando llego ¡habemus jatina!. ¡Acaba de parir en ese instante, ella sola, sin ayuda y sin ninguna complicación!. Le ponemos un collar de madera a la jatina (porque ya la he mirado y tiene tetinas o no tiene huevines…) para poder moverla mejor. Con ayuda de Tasio se la acerco a la vaca para que la zape (es fundamental que la vaca la limpie con la lengua) y le echo sal encima a la jata (a las vacas les chifla la sal) para que la zape con más dedicación porque la vaca está un poco traspuesta y no le presta la debida atención.
El siguiente paso es atar a la jata por el collar al pesebre de la vaca que solté para que esté cerca de su madre y no se deslice hacia atrás, se manche de boñigas y la puedan pisar otras vacas. A continuación Tasio me dice que lo mejor es llevarla a un cortiju para que ella sola se vaya levantando y desenvolviendo (un ternero recién nacido tarde solo dos o tres horas en ponerse de pie) pero mi madre da una contraorden y dice que la dejemos allí hasta que mame. Como hay que darle tiempo, Tasio se tiene que volver a ir pero, por supuesto, vuelve a la hora para ayudarme a echar de mamar a la jata. Como aún es pronto la jata aún no se tiene de pie, así que hacemos un equipo: Tasio la ayuda por la parte de adelante a enganchar las tetas y yo la sostengo de las piernas de atrás casi en volandas durante casi 15 minutos, hasta que Tasio decide que es suficiente. No podéis imaginar el aspecto que tengo, la cara y las gafas sucias de los rabazos que me ha dado la vaca, los pantalones calados de una mezcla de baba de vaca, humedad de la jatina y las boñigas del ambiente… ¿Habréis pensado que hubiera sido interesante acompañar el texto con documentos gráficos verdad? Si creéis que voy a tirar por los suelos el poco glamour que me queda, lo lleváis claro.
Fin de la operación Rebeca: La jata mama y la vaca se limpia. Llevamos la jata al cortiju y la dejamos sola, mullidita entre paja hasta la noche que venga Berto y la vuelva a echar de mamar.
Epílogo: Cuando llama Berto a media mañana le digo toda entusiasmada “habemus jatina” a lo que responde, ¡que puta, así que ya parió eh¡ ¡fíjate que me lo suponía!.

GLOSARIO
Cuerdas bajas: La parte trasera y alta de las patas, justo a los lados del nacimiento del rabo, cuando van a parir, se les baja, supongo que es una especie de acoplamiento de los huesos de la pelvis para el parto.
Ropa de cuadra: chaquetas viejas militares, chaquetas o buzos de fábrica usados, ropa vieja, botas de goma, albarcas y zapatillas, guantes, etc.
Barrer la cuadra: limpiar todas las boñigas de por la noche
Nación: Vagina de la vaca
Chujarru: Especie rastrillo para limpiar la cuadra.
Zambembe: Ir y venir continuo
Carretillu: Carretilla para llevar las boñigas
Aboneru: Estercolero
Vejiga el agua: La bolsa de agua
Vaca fina: vaca con mal carácter (iba a poner mala leche pero igual no quedaba bien explicado)
Jatina: Ternera recién nacida, jata cuando ya es más grande pero no llega a vaca.
Collar: Presilla de madera o hierro con la que se prenden (atan) las vacas al pesebre.
Zapar: Lamer
Cortijo: Espacio pequeño y cerrado dentro de la cuadra donde se meten los terneros sueltos en las primeras semanas de vida.
Rabazos: movimientos bruscos con el rabo
Limpiarse: echar la placenta