Hoy empiezo la Operación Navidad: me toca poner el árbol. Bueno, me toca…, me toca como todos los años y todos los años despotrico pero esto es como lo de los peces en el río que beben y beben y vuelven a beber, pues así…
Es 21 de diciembre, hace un día soleado y frio. Hay dos paisajes perfectamente delimitados, donde da el sol es limpio, luminoso, alegre, donde las montañas proyectan su sombra se vuelve fantasmagórico; por cosa de las asociaciones, me recuerda el pasaje de la casa lóbrega y oscura del Lazarillo de Tormes.
Si tuviera cerca un centro comercial de esos enormes donde casi no tienes que pensar lo que vas a comprar porque ellos saben todas tus necesidades… Como no es mi caso, tengo que echar mano de los recursos que tengo al alcance.
Voy camino de unos prados que hay por debajo del pueblo donde tengo localizados unos manzanos muy viejos repletos de muérdago. Este año repito “vestuario”. Hace unos años, mi hermano me hizo una estructura cónica con mallazo y desde entonces la forro como si fuera un abeto. He usado ramas de acebo pero por mucho cuidado que pongo siempre me pincho, también de tejo pero tiene unas hojas finas como agujas y cuando se van secando se caen. Así que el muérdago es la mejor opción y lo tengo más cerca.
Alguno pensaréis que ando un poco tarde para poner el árbol pero es que aquí la Navidad no empieza un mes antes; dura exactamente lo que tiene que durar, de Nochebuena a Reyes.
─¡Vamos Laro!.
Este año he estado más avispada y me he traído a Laro para que me ayude a subirlo. El año pasado cargué tal coloño a las espaldas que casi me descoyunto antes de llegar a casa.
─¡Hala! ¡Mira cuanto muérdago hay, mogollón!. Uy, a ver como subo yo a este árbol con lo ortopédica que estoy. De momento he subido, ya veremos como bajo. Me enredo entre los brazos arrugados del manzano y voy cortando muérdago dejándolo caer el suelo. Se poda muy fácil solo que algunas ramas me cuesta alcanzarlas y pienso que tan lista, tan lista tampoco porque con un hacha me hubiera ido mucho mejor.
Ya en el suelo hago acopio de las ramas y las distribuyo en dos montones. Las ato con una cuerda y se lo cargo a Laro. Tengo que pisar el cordel en corto porque su tendencia es a escaparse. No me ha quedado muy curioso, pero sí he sido precavida colocándole antes sobre el lomo un saco. Que yo sepa, aún no anuncian Eau de Laro.
─Venga Laro, vámonos ya. Arre borriquito, arre burro arre, arre borriquito que llegamos tarde…