Sobre nosotros
quienes somos
A continuación os contamos un poco más sobre los cuatro hermanos. Cada uno tiene su cometido, especialidad, si bien hay uno común en todos: procurar que la estadía de nuestros huéspedes sea lo más satisfactoria posible.

Marisa
La sonrisas. Le encanta conversar. Siempre tiene soluciones para todo y para todos. Así que, quien le pregunte sobre alguna dolencia, remedio, opinión…, corre el riesgo de que ésta le haga una tesina al respecto. Es una entusiasta de todo lo alternativo (terapias, plantas, medicinas). Vive en Santander. Se incorpora los fines de semana y en verano. Suele ser la encargada de atender el comedor. Es muy persuasiva con los niños que comen mal. Sus principales aficiones son bailar, viajar y pasear… da igual monte o playa. La impresión general sobre ella es: “pero cuanto sabe esta chica… “.
Alberto
El indómito. Su lema de vida se inspira en la película Easy Rider: que básicamente es que le dejen ir a su bola. Lo que más le apasiona es su mundo vacas, trabajar la piedra y la madera. Es un auténtico manitas construyendo y lo hace como el niño que nunca jugó con un lego. Siempre está ocupado; si no tiene algo que hacer se lo inventa. Es el artífice del edificio que contiene la Posada. Otras de sus aficiones son escuchar rock de los 80/90 y rodar su Harley. Además de ser el arregla-todo, por la noche atiende la barra y entre cafés, cervezas y copas, cuenta historias. También es el que mejor explica las rutas de senderismo. Aunque es un renegado del sistema ─y lo cuenta─ el comentario generalizado sobre él es: “qué majo es Berto”.


Tina
La animista. Ella es feliz entre sus plantas, flores, huerto, perdiéndose en un bosque… Vive más en el mundo de las ideas que de las cosas, así que, si a veces la veis un poco etérea, que no os sorprenda, pero que tampoco os engañe: no se le escapa nada. Se autodenomina retrorural: después de muchos años viviendo en Madrid, se volvió al pueblo. Se encarga de la comunicación, marketing, gestión de reservas… Le gusta mucho leer, escribir, viajar y diseñar cosas decorativas. No hay una definición homogénea sobre su personalidad.
Ana
La pragmática. Es la benjamina de los cuatro hermanos pero la que más organiza de todos. Nuestra madre aún se sigue sorprendiendo con ella por lo obstinada que es: “¡pero cuando aprendió tanto la chica…!”. Entre nosotros la llamamos la “intendente mayor”; consigue que todo funcione. Se encarga de la gestión interna (papeleos, compras, proveedores… ), y es la cocinera oficial: entre otras muchas cosas, hace el mejor cocido lebaniego del mundo. Es una apasionada de la fotografía y de los animales en general. Es capaz de parar en medio de la carretera para observar una rana que está cruzando. La frase colectiva que la define es “qué atenta y dispuesta está siempre Ana”.


Mamá Luisa
La madre de todas las criaturas. Nos quiere a todos pero a Berto más, mucho más. Es su único hijo varón y desde que falta nuestro padre (falleció a los pocos meses de inaugurar la Posada), se volvió filiumcéntrica. Nos ayuda con muchas tareas (pelar patatas, cascar nueces, picar vainas, etc.). Apremia a los huéspedes para que bajen pronto a cenar; cuanto primero cenen ellos, antes podrá hacerlo ella. Tiene muy buena memoria y es una gran conversadora. Acumula tanta información que es como una Wikipedia rural.
Nuestra historia
La Posada de Cucayo surge de la iniciativa de cuatro hermanos que hemos puesto todo nuestro empeño en crear esta hermosa construcción de piedra y madera con la intención de ofrecer ocio y descanso en un ambiente familiar dentro de un entorno rural auténtico y de una belleza extraordinaria.
Marisa, Alberto, Tina y Ana Diez Hoyal pertenecemos a una familia de seis hermanos cuyos padres abrieron un bar en la misma localidad, a principios de los 70. Algunos de los hermanos dejamos el pueblo a una edad temprana para irnos a estudiar y trabajar fuera, pero de una forma u otra, siempre estuvimos muy vinculados al negocio familiar y por ende a nuestra tierra. De ahí que siempre albergáramos la idea de un proyecto más ambicioso que un día nos permitiera volver a nuestro pueblo; un negocio del que no sólo pudiéramos vivir, sino también, hacer de ello un nuevo estilo de vida; un pequeño hotel rural que brindara a los viajeros la posibilidad quedarse, descansar y poder disfrutar del entorno.
Desde los inicios tuvimos claro que tipo de alojamiento queríamos, pero, como toda idea, lo más difícil era darle forma y asegurarnos de la viabilidad de la misma para minimizar los riesgos.
Las fases de la construcción
Transcurrieron más de tres años desde que hicimos el primer borrador del plan de viabilidad y las consiguientes gestiones: diseño arquitectónico, financiación, licencias, permisos, etc., hasta que colocamos la primera piedra en septiembre de 2003. Fueron necesarios dos años más de intenso trabajo hasta su inauguración en octubre de 2005. Durante este tiempo, hubo un desfile de profesionales que bajo la supervisión de Alberto edificaron La Posada. Este, además de dirigir la obra, realizó todos los trabajos de revestimientos de piedra y madera vieja, entre muchos otros.
Nuestro sincero agradecimiento a todas las personas que confiaron en nosotros y a todas las que las que, a día de hoy, siguen haciéndolo, cuando eligen nuestra casa. Trabajamos día a día, con ilusión y esfuerzo, para ser merecedores de tanto reconocimiento. Es destacable la implicación de toda la familia: nuestros padres (Luisa y Yeyo), nuestras hermanas mayores (Lurdes y Belén), tíos, primos, etc. y también la ayuda desinteresada de nuestros amigos y vecinos del pueblo.